Eran las 7:00 a.m. Es costumbre en esta
familia comenzar pronto los viajes, puesto que solemos elegir los destinos más
largos posibles. Nos esperaba por delante un camino de 8 horas en coche, y lo peor de todo, aguantando a mi hermano y
a mi perro. Yo no podía dejar de pensar en que nos íbamos. Había intentado
convencer a mis padres de quedarnos un día más, e incluso los dueños de la casa
nos incitaban a ello, puesto que les habíamos caído muy bien, pero se negaron
porque mi padre trabaja mañana y no era posible. Aún así yo me hubiera quedado.
Solo por Eme, porque no quería despegarme de una persona tan especial.
Una vez cargado el coche con todas
las maletas el viaje empezaría en cualquier momento. Mi padre llevó el coche a
la plaza, donde aparcaba todos los días. La plaza, el portal, la puerta, Eme.
El nerviosismo puro y duro. No estuvimos ni 5 minutos, lo justo para que,
cuando dio marcha atrás para retomar la carretera principal del pueblo, pudiera
reconocer una figura que salía por la puerta.
La sonrisa que surgió en mi cara y
aún persiste, es parte de él aquí en Madrid y la recordaré todos los días. Pero
en el último momento en el que le vi, también se me grabaron sus ojos, su pelo,
su acento, le tenía totalmente grabado y no le pensaba olvidar.
Una vez pasados los preciosos
parajes de la ciudad de Lourdes, llenos de nobles castillos e iglesias de
piedra al más puro estilo francés clásico, cerré los ojos con la sonrisa en la
cara.
Ya no podía percibir cómo caía la Luna,
pero me lo imaginaba en mi mente. Jorah estaba en la misma celda que yo, ambos a salvo y medio sanos. Me habían arrebatado el arco, mis flechas y a él, por
segunda vez. Tenía que salir de ahí, por todos, por Moo y por Jorah, por lo que
ideamos un sencillo plan de escape.
Todas las mañanas, un maestro de
llaves nos traía la comida a Jorah y a mí. Aprovechando el desastre del hombre,
conseguimos escapar sin el mínimo problema. El maestro se quedó bien amordazado
en lo que fue nuestro hogar durando días que parecieron meses. En los pasillos pudimos escuchar los gritos
de Moo, los reconocí al instante y, prácticamente intuitivo seguí su voz.
Cuando me di la vuelta Jorah había desaparecido. Me quedé quita, esperando,
siendo parte de la oscuridad. Al cabo de un rato apareció mi compañero de
viaje, y no iba solo. Se había armado con todas las armas que llevaba cuando
nos capturaron y, gracias a dios, con mi arco y mi carcaj. Me tendió los
objetos con media sonrisa y con un noble gesto de cabeza le agradecí aquella
acción.
No perdimos el tiempo, continuamos
con nuestra carrera, ambos en guardia máxima en cada esquina con la que topábamos, hasta que dimos con la habitación
donde Moo gritaba a medio silencio. Allí
estaba Tristán, su padre de sangre, sangre de su sangre, clavándole cuchillos
al joven muchacho. No lo pensé dos veces, cargué el arco.
- Ni un movimiento, o rasgo tus músculos
de la forma más dolorosa posible.
Pero la advertencia no le sirvió de mucho, consiguió deshacerse de mi disparo. Antes de darme tiempo a cargar de nuevo el arco se abalanzó sobre Jorah produciéndole un corte que se extendía desde el tórax hasta la zona lumbar. El hombre aguantó la compostura y cayó de rodillas. No había tiempo. Tristán había salido por la puerta de la celda. Corría como corre un cobarde. Le disparé en un a pierna para evitar que escapara.
-Tienes segundos para convencerme de no matarte. Libraría al mundo de un ser tan despreciable como tú, mataniños, asesino.
- Con mi propio hijo puedo hacer lo que quiera. Arneo lo probó, nadie quedará de lado por el paso de mi territorio -El hombre se levantó e intentó apuñalarme de lleno el diafragma, pero solo consiguió hacerme un profundo corte, no si pagar las consecuencias. Mi arco tensado se relajó de golpe y la flecha voló directa hacia el corazón del asesino, el hombre que es capaz de matar a su propio hijo y el cual mataría a su otro hijo. Me acerqué al cadáver y le saqué la flecha del corazón.
Mis pasos eran calmados, destinados a llegar donde Jorah quedó herido y Moo atado. Cuando llegué Jorah se encontraba de pie con parte de tela sobre la heridia producida por la daga. Una vez asegurada su salud, me giré hacia Moo. Con el arco en una mano y la otra ensangrentada agarrando la flecha, me quedé plantada frente a él. Sus ojos azules me miraban con muestra de gratitud. Elevé mi mano y le ofrecí la flecha. Cogió la flecha y me abrazó. Por fin en sus brazos, nunca más nos volvería a separar,
El móvil sonó estrepitosamente dentro del coche y me despertó de aquel... sueño. Un mensaje... de Eme.
-Tienes segundos para convencerme de no matarte. Libraría al mundo de un ser tan despreciable como tú, mataniños, asesino.
- Con mi propio hijo puedo hacer lo que quiera. Arneo lo probó, nadie quedará de lado por el paso de mi territorio -El hombre se levantó e intentó apuñalarme de lleno el diafragma, pero solo consiguió hacerme un profundo corte, no si pagar las consecuencias. Mi arco tensado se relajó de golpe y la flecha voló directa hacia el corazón del asesino, el hombre que es capaz de matar a su propio hijo y el cual mataría a su otro hijo. Me acerqué al cadáver y le saqué la flecha del corazón.
Mis pasos eran calmados, destinados a llegar donde Jorah quedó herido y Moo atado. Cuando llegué Jorah se encontraba de pie con parte de tela sobre la heridia producida por la daga. Una vez asegurada su salud, me giré hacia Moo. Con el arco en una mano y la otra ensangrentada agarrando la flecha, me quedé plantada frente a él. Sus ojos azules me miraban con muestra de gratitud. Elevé mi mano y le ofrecí la flecha. Cogió la flecha y me abrazó. Por fin en sus brazos, nunca más nos volvería a separar,
El móvil sonó estrepitosamente dentro del coche y me despertó de aquel... sueño. Un mensaje... de Eme.
"Forever Young, y me encanta Madrid. Gracias por encontrarme. Moo"
No pude evitar contestar al instante, ya le echaba de menos.
"Don't forget who you're. Me has hecho adorar Francia. Guarda mi flecha...
....Kwekuatsu".