Mis
ganas de continuar viendo “La vie d’Adèle” eran superiores a mí. La rutina para
salir a la calle varió. Esta vez no hacía falta que llevara mis botas porque no
llovía, simplemente me puse las botas de montaña y un abrigo más pequeño que
las veces anteriores. Llegué a la
cafetería con mi ordenador y mi poca capacidad creativa de escribir y me quedé
mirando fijamente al teclado, como si no hubiera un mañana, como si las teclas
me estuvieran contando la historia más interesante jamás contada, como si el
blanco sucio de las letras hipnotizara. Y en ese momento solo pude pensar en
cosas bonitas sobre las teclas. ¿Qué curioso verdad? Como algo tan simple y
cotidiano –hoy en día- era capaz de hacerme pensar como tanto me costaba. Esa
parte creativa que todos tenemos dentro estaba saliendo, y yo se que en la
forma más cutre, pero me puse a escribir. La hoja de reflexión se llamaría “Qué
curioso el poder de una tecla” y comienza así.
Llámalo
karma, llámalo destino o llámalo suerte de no escribir tal atentado poético,
pero vino Eme a tiempo para cortarme el empezar a escribir. Me gustaba ese
chaval, me gustaba de modo que me caía bien. Siempre iba con una sonrisa, o al
menos siempre que te miraba te la dedicaba, no se si sería gajes del oficio o
simpatía natural, pero ver sonrisas como
aquella desde por la mañana te da fuerzas. Se sentó con gracia en el sillón
incluso echándome un poco de mi sitio frente al ordenador y clavó sus ojos azules
en la pantalla.
- Mierda
–se me escapó ligeramente cuando pensé en que iba a ver la paranoia de las
teclas que me había interrumpido-.
- ¿No
tienes nada más interesante que hacer que escribir sobre teclas de ordenador? –dijo,
y sin más se fue. Qué manía la de irse de repente, descolocaba, me gustaba,
porque sabía que volvería, y estaba en lo cierto, apareció con un pendrive y unos cascos. Sin más dilación me puso un
casco en la oreja –no sin antes preguntarme por la dilatación, cosa que hace
todo el mundo cuando desaparece algo de pelo de mi cara- y metió el aparato en
el ordenador. Todo en francés, ya le iba pillando el gusto a la lengua. En ese
momento empezó a hablar en bajo en su idioma, como maldiciendo al ordenador por
no reconocer el USB. Ahora me gustaba más el francés que minutos antes. Debió
verme sonreír cuando estaba enfadado, porque paró inmediatamente.
- No
pares, la primera vez que te conocí me gritaste en francés. Si maldices en
susurros me gusta mucho más– dije a forma de alago y de mofa. Finalmente
consiguió abrir el archivo que me quería enseñar. En la carpeta musique seleccionó un par de canciones.
- Escribe,
esto te gustará. Y espérame- Me puso el otro casco y se fue colocándose el
uniforme. En los cascos comenzó a sonar Champagne Supernova de Oasis. Es de
esas canciones que relajan a las bestias. Mi inspiración apareció, y no eran
las teclas mi musa. La verdad es que no se quién fue mi musa, si la canción
o Eme. La siguiente canción era totalmente francesa, su título era Petit Français. La verdad es que con lo
que estaba sonando ya entendía de donde
venía la sonrisa que llevaba el chico gran parte del día. La sorpresa fue cuando apareció Hakkuna
Matata en la lista de reproducción. Solo me dio tiempo a escuchar la mitad
de Passenger de Iggy cuando se sentó
y me quitó un casco para ponérselo él. Se quedó mirando la pantalla.
- Veo
que te ha ayudado bastando- comentó al ver una hoja completamente escrita-, el
siguiente paso es que me dejes leerlo.
- No
le piadas peras al olmo- y antes de que Eme dijera algo me fijé en su cara que
no entendió lo que dije-, quiero decir, que tiempo al tiempo.
- Pues
espero que no te vayas pronto.
Giré
la cabeza y desvié la mirada hacia abajo. Yo no quería volver Madrid, y meno a Aranjuez. Y dolía más cuando
me lo decía Eme.
- ¿Cuándo
acabaremos con Adèle?- solté para romper un poco el amargo ambiente que se había
quedado.
- Hoy
solo trabajo hasta las 16:00, si estás dispuesta mi ordenador también lo estará-
sonriendo, como no.
- Dalo
por hecho- Y tras esto se levantó y desapareció, me dejó los cascos y su USB
con música. Yo mientras cerré el ordenador y me quedé un rato pensativa. Vuelta
a casa. Abrigo, mochila y salí por la puerta. Hacía un poco más de frío que
antes y decidí darme un poco de vida para llegar a casa lo antes posible.
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