martes, 7 de enero de 2014

Oye, que sigue siendo 28.

      Mis ganas de continuar viendo “La vie d’Adèle” eran superiores a mí. La rutina para salir a la calle varió. Esta vez no hacía falta que llevara mis botas porque no llovía, simplemente me puse las botas de montaña y un abrigo más pequeño que las veces anteriores.  Llegué a la cafetería con mi ordenador y mi poca capacidad creativa de escribir y me quedé mirando fijamente al teclado, como si no hubiera un mañana, como si las teclas me estuvieran contando la historia más interesante jamás contada, como si el blanco sucio de las letras hipnotizara. Y en ese momento solo pude pensar en cosas bonitas sobre las teclas. ¿Qué curioso verdad? Como algo tan simple y cotidiano –hoy en día- era capaz de hacerme pensar como tanto me costaba. Esa parte creativa que todos tenemos dentro estaba saliendo, y yo se que en la forma más cutre, pero me puse a escribir. La hoja de reflexión se llamaría “Qué curioso el poder de una tecla” y comienza así.
      Llámalo karma, llámalo destino o llámalo suerte de no escribir tal atentado poético, pero vino Eme a tiempo para cortarme el empezar a escribir. Me gustaba ese chaval, me gustaba de modo que me caía bien. Siempre iba con una sonrisa, o al menos siempre que te miraba te la dedicaba, no se si sería gajes del oficio o simpatía natural, pero ver  sonrisas como aquella desde por la mañana te da fuerzas. Se sentó con gracia en el sillón incluso echándome un poco de mi sitio frente al ordenador y clavó sus ojos azules en la pantalla.
      - Mierda –se me escapó ligeramente cuando pensé en que iba a ver la paranoia de las teclas que me había interrumpido-.
      - ¿No tienes nada más interesante que hacer que escribir sobre teclas de ordenador? –dijo, y sin más se fue. Qué manía la de irse de repente, descolocaba, me gustaba, porque sabía que volvería, y estaba en lo cierto, apareció con un pendrive  y unos cascos. Sin más dilación me puso un casco en la oreja –no sin antes preguntarme por la dilatación, cosa que hace todo el mundo cuando desaparece algo de pelo de mi cara- y metió el aparato en el ordenador. Todo en francés, ya le iba pillando el gusto a la lengua. En ese momento empezó a hablar en bajo en su idioma, como maldiciendo al ordenador por no reconocer el USB. Ahora me gustaba más el francés que minutos antes. Debió verme sonreír cuando estaba enfadado, porque paró inmediatamente.
      - No pares, la primera vez que te conocí me gritaste en francés. Si maldices en susurros me gusta mucho más– dije a forma de alago y de mofa. Finalmente consiguió abrir el archivo que me quería enseñar. En la carpeta musique  seleccionó un par de canciones.
      - Escribe, esto te gustará. Y espérame- Me puso el otro casco y se fue colocándose el uniforme. En los cascos comenzó a sonar Champagne Supernova de Oasis. Es de esas canciones que relajan a las bestias. Mi inspiración apareció, y no eran las teclas mi musa. La verdad es que no se quién fue mi musa, si la canción o Eme. La siguiente canción era totalmente francesa, su título era Petit Français. La verdad es que con lo que estaba sonando ya entendía de  donde venía la sonrisa que llevaba el chico gran parte del día.  La sorpresa fue cuando apareció  Hakkuna Matata en la lista de reproducción. Solo me dio tiempo a escuchar la mitad de Passenger de Iggy cuando se sentó y me quitó un casco para ponérselo él. Se quedó mirando la pantalla.
      - Veo que te ha ayudado bastando- comentó al ver una hoja completamente escrita-, el siguiente paso es que me dejes leerlo.
      - No le piadas peras al olmo- y antes de que Eme dijera algo me fijé en su cara que no entendió lo que dije-, quiero decir, que tiempo al tiempo.
      - Pues espero que no te vayas pronto.
      Giré la cabeza y desvié la mirada hacia abajo. Yo no quería volver  Madrid, y meno a Aranjuez. Y dolía más cuando me lo decía Eme.
      - ¿Cuándo acabaremos con Adèle?- solté para romper un poco el amargo ambiente que se había quedado.
      - Hoy solo trabajo hasta las 16:00, si estás dispuesta mi ordenador también lo estará- sonriendo, como no.
      - Dalo por hecho- Y tras esto se levantó y desapareció, me dejó los cascos y su USB con música. Yo mientras cerré el ordenador y me quedé un rato pensativa. Vuelta a casa. Abrigo, mochila y salí por la puerta. Hacía un poco más de frío que antes y decidí darme un poco de vida para llegar a casa lo antes posible.

      

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