Tardamos media hora en llegar al médico
más cercano. En el camino iba pensando en lo que me había ocurrido. Fue como si
me quedase dormida, porque recuerdo haber soñado. Estaba en el mismo lugar pero
cazando. La otra y única imagen que tenía del sueño era la luna ante mis ojos.
Ahí me desperté. No paraba de darle vueltas intentando encontrar algún sentido,
o incluso intentar conectar esas imágenes con mis anteriores sueños. En la sala
de espera del ambulatorio notaba un frío sobrenatural, me veía las manos tan
blancas como la nieve sobre la que había desfallecido hace apenas una hora y
mis ojos se entrecerraban una y otra vez hasta que me quedé dormida. Cuando
escuché mi nombre por megafonía los ojos se abrieron instintivamente y entré en
la consulta. Me pusieron una mujer española para no tener problemas para
entendernos.
-Buenas noches Raquel. A ver, echando un
vistazo al informe que te ha hecho el equipo de salvamento he podido entender
que te has desmayado en medio de la nieve de repente y que has despertado
quince minutos después. Antes del desfallecimiento, ¿notaste algo extraño o
fuera de lo normal que te indicase que ibas a desmayarte?- Pregunto la doctora.
-No noté nada. Recuerdo estar mirando el
paisaje y de repente despertarme con mucha gente en torno a mí. Eso fue todo.
La mujer empezó a hacerme una serie de
pruebas muy extrañas. Me hizo tumbarme en el suelo y rápidamente levantarme,
así un par de veces. Luego me hizo repetir palabras muy rápido y hacer gestos
mientras las decía. Las pruebas que me estaba haciendo era muy raras y yo, que
soy de risa fácil, no paraba de sonreír por no empezar a partirme de risa, y no
de las pruebas, si no porque me hacía todo mucha gracia y en ocasiones
cosquillas. Cuarenta y cinco minutos de consulta y un análisis de sangre
después por fin pusimos rumbo a casa. Ahora estábamos a veinte minutos más
lejos que antes de casa, así que decidí echar una cabezadita y coger fuerzas
para volver a dormir en la litera en cuanto llegásemos. Pero fue un poco
imposible.
Aquella noche mi sueño había desaparecido
por completo, no era ninguna novedad pero me estaba poniendo realmente
nerviosa. Me acosté a las 12 de la noche y ahora eran ya las 2:00 a.m. Ya no
sabía como entretenerme, muchas veces que el insomnio me cogía hasta las 7:00
a.m. me pasaba la noche leyendo, pero ya había leído todo el repertorio que me
había llevado a Francia, incluso intenté leer unos libros en francés pero me
empezó a doler la cabeza de no entender nada.
A las tres de la mañana tuve suerte y toda la casa estaba dormida, así
que decidí ir a dar una vuelta sin que se enteraran a ver si me despejaba un
poco. Llegué a la plaza más cercana a la casa y decidí sentarme en el bordillo
de la puerta de una de las casas, saqué los cascos y me puse a escuchar música.
Tener banda sonora para aquella noche que ponía punto y final a mi día de
Navidad más extraño en mi vida era perfecto. Llevaba ahí un rato con la capucha
puesta, las piernas –prácticamente cubiertas hasta la rodilla por mis
gigantescas botas de nieve- encogidas sujetadas por mis brazos y la espalda
apoyada en la puerta de la casa. De repente mi cuerpo casi se cae hacia atrás
cuando la puerta se abrió. Mi susto fue tal que casi muero por segunda vez
aquel día. Una figura salió de la casa y se encaminó hacia el centro de la
plaza, pero a tres pasos aproximadamente de la puerta recién abierta, se giró.
Yo no me atreví a levantar la cabeza para curiosear sobre el rostro de mi
acompañante, pero no hizo falta. La figura se agachó y se quedo plantado frente
a mí, mirándome a la cara. Le reconocí. Era él, el chico de la plaza, el francés
que me puso verde en el baño de la Terrasse. En ese momento me quedé mirándole
fijamente, desafiándole con la mirada.
-Bonne nuit- Dijo el chico mientras se
levantaba y tranquilamente se sentaba a mi lado en el bordillo de lo que espero
no sea su casa.
-Veo que ya no sabes gritar- Dije entre
dientes y casi para mí, sin saber si lo habría oído.
- Je suis désolé, j'étais très nerveuse
et je pense que tu ne comprenais pas.- Dijo con un tono de voz tan calmado que
me sorprendió.
-Pardon, je ne comprends pas, je suis
spagnole.-Dije con el poco francés que defiendo.
-Vale… bueno, se español, si tengo fallos
perdóname. Quería disculparme por gritarte en el baño, y quiero explicar porqué
yo estaba nervioso.
-No se si fiarme de un desconocido a las
tres de la madrugada después de que haberme gritado como un loco de repente.-
Mi bordería se palpaba en el ambiente y me di cuenta, así que dejándola a un
lado, le di la oportunidad al chico de explicarse, porque también tenía muchas
dudas que quería que me respondiese.-Perdón, es que me asustaste, siento estar
tan seca. ¿Por qué te pusiste así conmigo? Ni siquiera nos conocemos.
-Esa es la cuestión. Me resultas muy
familiar y no parabas de mirarme, por lo que creí que te conocía de algo y tu
me habías reconocido. En algún momento intenté hablarte, ¿recuerdas el primer
día que apareciste para tomar un café? Ahí intenté hablarte, pero me pusiste
caras raras y me corté, y luego te vi con intención de hablar y no dijiste
nada. Me enfadé, pero lo que grite en el baño no eran insultos, solo pedía
explicaciones pero con las formas equivocadas. Lo siento, siento si te hice
huir.-
Hubo un silencio, pero no fue incómodo,
la situación lo requería. Me estaba pidiendo disculpas después de que ha
intentado hablarme y yo le puse cara de asco. Necesitaba ese silencio para
avergonzarme y para buscar las palabras adecuadas con las que pedirle mis más
sinceras disculpas.
-Vaya... Mierda, soy una verdadera
gilipollas -dije enfada conmigo misma y con alguna pequeña sonrisa de
vergüenza- tú intentando hablarme y yo pensando que me odiabas por haberte
mirado... De verdad, lo siento, tú eres el valiente y yo he metido el rabo
entre las patas.
-Creo que lo que ha pasado es una falta
de entendimiento.- Dijo sonriendo.
En ese momento no pude pensar, me había
perdido en la conversación, no sabía que responder. Otra vez me resulta
familiar. Con la piel de gallina y tartamudeando, lo cual hago cuando la
situación me pone a prueba, intenté seguir la conversación.
-Sí, sobre todo porque no te
entendía.-intenté romper algo de tensión en el ambiente.- Bueno, debería volver
a casa, a ver si ahora consigo dormir.
-¿Tú duermes poco también?
-Sí, pero es desde que era una cría. Insomnio
dicen, pero prefiero la noche al día, así que no tengo problema. ¿Tú también
tienes insomnio?
-Sí. Todas las noches, si no consigo
distraerme o algo que me haga estar cansado, me salgo a la plaza a dar vueltas
o simplemente me siento aquí.-y se quedó callado, inmóvil. Tras esa pausa
prosiguió con la misma simpatía de antes. -Bueno, yo también debería entrar.
Ahora que ya no me tienes asco (creo) puedes pasarte por la Terrasse, a tomar
algo, te prometo no gritar.
No pude evitar reírme, me pareció muy
apropiado el comentario, y con la tensión esfumada me levanté del bordillo,
metí las manos en los bolsillos del abrigo y dando media vuelta me despedí.
-Au revoir.- Le dije volviéndome hacia él.
-Adiós.- Dijo sonriendo. No le vi sonreír, pero se cuándo las palabras salen de una sonrisa o de una boca seria, de la radio se aprende mucho.
Los pocos metros que había hasta mi casa
me dieron para pensar que al menos ya tenía un amigo, o bueno, un enemigo
menos, y que aquella vuelta para despejarme había servido. Ahora ya estoy en la
cama, pero antes tenía que contaros todo esto. Tras este día de locos voy a intentar
desconectar, y recordad, no hay mal que por bien no venga.
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