jueves, 2 de enero de 2014

¿Sigue siendo Navidad? Perfecto... (Parte 2).

      Tardamos media hora en llegar al médico más cercano. En el camino iba pensando en lo que me había ocurrido. Fue como si me quedase dormida, porque recuerdo haber soñado. Estaba en el mismo lugar pero cazando. La otra y única imagen que tenía del sueño era la luna ante mis ojos. Ahí me desperté. No paraba de darle vueltas intentando encontrar algún sentido, o incluso intentar conectar esas imágenes con mis anteriores sueños. En la sala de espera del ambulatorio notaba un frío sobrenatural, me veía las manos tan blancas como la nieve sobre la que había desfallecido hace apenas una hora y mis ojos se entrecerraban una y otra vez hasta que me quedé dormida. Cuando escuché mi nombre por megafonía los ojos se abrieron instintivamente y entré en la consulta. Me pusieron una mujer española para no tener problemas para entendernos.
     -Buenas noches Raquel. A ver, echando un vistazo al informe que te ha hecho el equipo de salvamento he podido entender que te has desmayado en medio de la nieve de repente y que has despertado quince minutos después. Antes del desfallecimiento, ¿notaste algo extraño o fuera de lo normal que te indicase que ibas a desmayarte?- Pregunto la doctora.
     -No noté nada. Recuerdo estar mirando el paisaje y de repente despertarme con mucha gente en torno a mí. Eso fue todo.
      La mujer empezó a hacerme una serie de pruebas muy extrañas. Me hizo tumbarme en el suelo y rápidamente levantarme, así un par de veces. Luego me hizo repetir palabras muy rápido y hacer gestos mientras las decía. Las pruebas que me estaba haciendo era muy raras y yo, que soy de risa fácil, no paraba de sonreír por no empezar a partirme de risa, y no de las pruebas, si no porque me hacía todo mucha gracia y en ocasiones cosquillas. Cuarenta y cinco minutos de consulta y un análisis de sangre después por fin pusimos rumbo a casa. Ahora estábamos a veinte minutos más lejos que antes de casa, así que decidí echar una cabezadita y coger fuerzas para volver a dormir en la litera en cuanto llegásemos. Pero fue un poco imposible.

      Aquella noche mi sueño había desaparecido por completo, no era ninguna novedad pero me estaba poniendo realmente nerviosa. Me acosté a las 12 de la noche y ahora eran ya las 2:00 a.m. Ya no sabía como entretenerme, muchas veces que el insomnio me cogía hasta las 7:00 a.m. me pasaba la noche leyendo, pero ya había leído todo el repertorio que me había llevado a Francia, incluso intenté leer unos libros en francés pero me empezó a doler la cabeza de no entender nada.  A las tres de la mañana tuve suerte y toda la casa estaba dormida, así que decidí ir a dar una vuelta sin que se enteraran a ver si me despejaba un poco. Llegué a la plaza más cercana a la casa y decidí sentarme en el bordillo de la puerta de una de las casas, saqué los cascos y me puse a escuchar música. Tener banda sonora para aquella noche que ponía punto y final a mi día de Navidad más extraño en mi vida era perfecto. Llevaba ahí un rato con la capucha puesta, las piernas –prácticamente cubiertas hasta la rodilla por mis gigantescas botas de nieve- encogidas sujetadas por mis brazos y la espalda apoyada en la puerta de la casa. De repente mi cuerpo casi se cae hacia atrás cuando la puerta se abrió. Mi susto fue tal que casi muero por segunda vez aquel día. Una figura salió de la casa y se encaminó hacia el centro de la plaza, pero a tres pasos aproximadamente de la puerta recién abierta, se giró. Yo no me atreví a levantar la cabeza para curiosear sobre el rostro de mi acompañante, pero no hizo falta. La figura se agachó y se quedo plantado frente a mí, mirándome a la cara. Le reconocí. Era él, el chico de la plaza, el francés que me puso verde en el baño de la Terrasse. En ese momento me quedé mirándole fijamente, desafiándole con la mirada.
      -Bonne nuit- Dijo el chico mientras se levantaba y tranquilamente se sentaba a mi lado en el bordillo de lo que espero no sea su casa.
      -Veo que ya no sabes gritar- Dije entre dientes y casi para mí, sin saber si lo habría oído.
      - Je suis désolé, j'étais très nerveuse et je pense que tu ne comprenais pas.- Dijo con un tono de voz tan calmado que me sorprendió.
      -Pardon, je ne comprends pas, je suis spagnole.-Dije con el poco francés que defiendo.
     -Vale… bueno, se español, si tengo fallos perdóname. Quería disculparme por gritarte en el baño, y quiero explicar porqué yo estaba nervioso.
     -No se si fiarme de un desconocido a las tres de la madrugada después de que haberme gritado como un loco de repente.- Mi bordería se palpaba en el ambiente y me di cuenta, así que dejándola a un lado, le di la oportunidad al chico de explicarse, porque también tenía muchas dudas que quería que me respondiese.-Perdón, es que me asustaste, siento estar tan seca. ¿Por qué te pusiste así conmigo? Ni siquiera nos conocemos.
      -Esa es la cuestión. Me resultas muy familiar y no parabas de mirarme, por lo que creí que te conocía de algo y tu me habías reconocido. En algún momento intenté hablarte, ¿recuerdas el primer día que apareciste para tomar un café? Ahí intenté hablarte, pero me pusiste caras raras y me corté, y luego te vi con intención de hablar y no dijiste nada. Me enfadé, pero lo que grite en el baño no eran insultos, solo pedía explicaciones pero con las formas equivocadas. Lo siento, siento si te hice huir.-
      Hubo un silencio, pero no fue incómodo, la situación lo requería. Me estaba pidiendo disculpas después de que ha intentado hablarme y yo le puse cara de asco. Necesitaba ese silencio para avergonzarme y para buscar las palabras adecuadas con las que pedirle mis más sinceras disculpas.
      -Vaya... Mierda, soy una verdadera gilipollas -dije enfada conmigo misma y con alguna pequeña sonrisa de vergüenza- tú intentando hablarme y yo pensando que me odiabas por haberte mirado... De verdad, lo siento, tú eres el valiente y yo he metido el rabo entre las patas.
      -Creo que lo que ha pasado es una falta de entendimiento.- Dijo sonriendo.
    En ese momento no pude pensar, me había perdido en la conversación, no sabía que responder. Otra vez me resulta familiar. Con la piel de gallina y tartamudeando, lo cual hago cuando la situación me pone a prueba, intenté seguir la conversación.
      -Sí, sobre todo porque no te entendía.-intenté romper algo de tensión en el ambiente.- Bueno, debería volver a casa, a ver si ahora consigo dormir.
      -¿Tú duermes poco también?
      -Sí, pero es desde que era una cría. Insomnio dicen, pero prefiero la noche al día, así que no tengo problema. ¿Tú también tienes insomnio?
     -Sí. Todas las noches, si no consigo distraerme o algo que me haga estar cansado, me salgo a la plaza a dar vueltas o simplemente me siento aquí.-y se quedó callado, inmóvil. Tras esa pausa prosiguió con la misma simpatía de antes. -Bueno, yo también debería entrar. Ahora que ya no me tienes asco (creo) puedes pasarte por la Terrasse, a tomar algo, te prometo no gritar.
    No pude evitar reírme, me pareció muy apropiado el comentario, y con la tensión esfumada me levanté del bordillo, metí las manos en los bolsillos del abrigo y dando media vuelta me despedí.
      -Au revoir.- Le dije volviéndome hacia él.
    -Adiós.- Dijo sonriendo. No le vi sonreír, pero se cuándo las palabras salen de una sonrisa o de una boca seria, de la radio se aprende mucho. 
     Los pocos metros que había hasta mi casa me dieron para pensar que al menos ya tenía un amigo, o bueno, un enemigo menos, y que aquella vuelta para despejarme había servido. Ahora ya estoy en la cama, pero antes tenía que contaros todo esto. Tras este día de locos voy a intentar desconectar, y recordad, no hay mal que por bien no venga.

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