viernes, 3 de enero de 2014

26 de Diciembre, solo un día pasado por nieve.

26 de Diciembre

      Hoy mi mente ha estado tranquila. No recuerdo haber soñado absolutamente con nada, simplemente llegué a casa, me tumbé en la cama y como un bebé que lleva todo el día correteando por la casa me quede totalmente frita. Incluso me he levantado antes de lo normal. No necesitaba quedarme tumbada en la cama reflexionando o agonizando por tener que abandonar tal perfecta y suprema creación como es la cama. Mientras que me estaba cepillando el pelo ha sonado el despertador con  September de Earth Wind and Fire. Cuando bajé abajo solo estaban mi madre y el perro, los dos sentados en el banco de madera de la mesa, mi madre haciendo un gorro y Dylan durmiendo. Mi padre y mi hermano habían subido a las pistas a ver si podían esquiar. El problema era que poco a poco había comenzado a llover, a llover y a llover con mucha fuerza, hasta que esa lluvia pasó a nieve y el viento le apoyaba creando una combinación mortal. Obviamente tenía razón, mi padre no tardó en llamarnos.
      -Hemos subido a la estación pero aquí hay mucha ventisca y los telesillas ni siquiera están abiertos. –telefoneó mi padre a las 11:06 de la mañana.
      -¿Habéis conseguido subir a alguna pista? –Preguntó mi madre.
      -Que va, -dijo mi padre- cuando llegamos estaba nevando, pero luego fue a más y está todo cubierto por una gran capa de nieve. Vamos a bajar hacia el pueblo detrás de la quitanieves…
      -O sea que tardaréis en llegar al pueblo. –Pudo adivinar mi madre con facilidad.
      Y efectivamente, hasta una hora y media después no llegaron a casa. Mi hermano había hecho un video bajando por la carretera. Todo estaba completamente nevado. Si los coches iban a 5 Km/h era un milagro, puesto que ir más deprisa sería una imprudencia. En el video pudimos ver que, en el momento en que la quitanieves frenó un poco la marcha, a mi padre, aún con las cadenas puestas, tuvo que maniobrar sacando el coche hacia un lado, puesto que no podía frenar o se le iría el coche en otra dirección peor. También aparecían coches tirados en el arcén, estancados en cunetas nevadas, en medio de la carretera, e incluso un par de personas que bajaban esquiando por la nevada calzada. Una vez pasado eso tenía su punto de gracia, pero en su momento –por experiencia propia-  no es un momento de mucha tranquilidad.
      Esa mañana habíamos pensado mi madre y yo ir a la Terrasse a comer, pero contando con las horas que habían llegados los varones de la familia y que la cocina cerraba a las 14:00 se nos hizo un poco tarde. Improvisamos comida en casa con lo que había en el frigorífico. Pero me quedé con ganas de comer en el restaurante. ¿Era obvio no? Había pensado en la noche anterior. Fue muy curioso y me dejó con ganas de conocerle. O simplemente de volver a verle y no mirarle ya con cara de asco. Pero parece ser que hoy no tocaba.
      La forma en la que llovía era increíble. No descansaba ni un segundo. Parecía que mi espera era en vano, pues lo único que quería era volver a salir de noche, a un paseo nocturno, pero no se veía una opción muy factible, a no ser que quisiera hacer paracaidismo sin paracaídas.
      Las dos, las tres, las tres y cuarto… como echaba de menos el poder dormir como hice la pasada noche. Me destapé y, haciendo el menor ruido posible, me levanté, abrí el balcón y me asomé. Quedaba un día para la luna llena, podía notarlo. La lluvia y el viento nos calaban a los cristales y a mí. Cada vez era más de noche y cuando cerré las puertas estaba completamente calada, pero no me importaba, porque ya no estaba en mi habitación.

      Era de día y el sol se colaba por algunas ramas de los inmensos abetos del bosque. Cuando quité la lona de hojas y ramas que hice, cayó una gran capa de nieve acumulada. Debía ser tarde, en torno a media mañana, pues el sol estaba justo encima de mi cabeza. Me levanté y salí del pequeño refugio. La hoguera estaba totalmente cubierta.


      Cuando abrí los ojos estaba tumbada en el suelo de la habitación, empapada. ¿Otra vez? Era como haber despertado dos veces siendo la misma persona. Confusa me levanté y me cambié por ropa seca. No se si tomarlo como anécdota en mi vida, pero esta serie de desmayos están marcando parte de mi Navidad 2013.

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