26
de Diciembre
Hoy mi mente ha estado tranquila. No
recuerdo haber soñado absolutamente con nada, simplemente llegué a casa, me
tumbé en la cama y como un bebé que lleva todo el día correteando por la casa
me quede totalmente frita. Incluso me he levantado antes de lo normal. No
necesitaba quedarme tumbada en la cama reflexionando o agonizando por tener que
abandonar tal perfecta y suprema creación como es la cama. Mientras que me
estaba cepillando el pelo ha sonado el despertador con September
de Earth Wind and Fire. Cuando bajé abajo solo estaban mi madre y el perro, los
dos sentados en el banco de madera de la mesa, mi madre haciendo un gorro y
Dylan durmiendo. Mi padre y mi hermano habían subido a las pistas a ver si
podían esquiar. El problema era que poco a poco había comenzado a llover, a
llover y a llover con mucha fuerza, hasta que esa lluvia pasó a nieve y el
viento le apoyaba creando una combinación mortal. Obviamente tenía razón, mi
padre no tardó en llamarnos.
-Hemos subido a la estación pero aquí hay
mucha ventisca y los telesillas ni siquiera están abiertos. –telefoneó mi padre
a las 11:06 de la mañana.
-¿Habéis conseguido subir a alguna pista?
–Preguntó mi madre.
-Que va, -dijo mi padre- cuando llegamos
estaba nevando, pero luego fue a más y está todo cubierto por una gran capa de
nieve. Vamos a bajar hacia el pueblo detrás de la quitanieves…
-O sea que tardaréis en llegar al pueblo.
–Pudo adivinar mi madre con facilidad.
Y efectivamente, hasta una hora y media
después no llegaron a casa. Mi hermano había hecho un video bajando por la
carretera. Todo estaba completamente nevado. Si los coches iban a 5 Km/h era un milagro,
puesto que ir más deprisa sería una imprudencia. En el video pudimos ver que,
en el momento en que la quitanieves frenó un poco la marcha, a mi padre, aún
con las cadenas puestas, tuvo que maniobrar sacando el coche hacia un lado,
puesto que no podía frenar o se le iría el coche en otra dirección peor.
También aparecían coches tirados en el arcén, estancados en cunetas nevadas, en
medio de la carretera, e incluso un par de personas que bajaban esquiando por
la nevada calzada. Una vez pasado eso tenía su punto de gracia, pero en su
momento –por experiencia propia- no es
un momento de mucha tranquilidad.
Esa mañana habíamos pensado mi madre y yo
ir a la Terrasse a comer, pero contando con las horas que habían llegados los
varones de la familia y que la cocina cerraba a las 14:00 se nos hizo un poco
tarde. Improvisamos comida en casa con lo que había en el frigorífico. Pero me
quedé con ganas de comer en el restaurante. ¿Era obvio no? Había pensado en la
noche anterior. Fue muy curioso y me dejó con ganas de conocerle. O simplemente
de volver a verle y no mirarle ya con cara de asco. Pero parece ser que hoy no
tocaba.
La forma en la que llovía era increíble.
No descansaba ni un segundo. Parecía que mi espera era en vano, pues lo único
que quería era volver a salir de noche, a un paseo nocturno, pero no se veía
una opción muy factible, a no ser que quisiera hacer paracaidismo sin
paracaídas.
Las dos, las tres, las tres y cuarto…
como echaba de menos el poder dormir como hice la pasada noche. Me destapé y,
haciendo el menor ruido posible, me levanté, abrí el balcón y me asomé. Quedaba
un día para la luna llena, podía notarlo. La lluvia y el viento nos calaban a
los cristales y a mí. Cada vez era más de noche y cuando cerré las puertas
estaba completamente calada, pero no me importaba, porque ya no estaba en mi
habitación.
Era
de día y el sol se colaba por algunas ramas de los inmensos abetos del bosque.
Cuando quité la lona de hojas y ramas que hice, cayó una gran capa de nieve
acumulada. Debía ser tarde, en torno a media mañana, pues el sol estaba justo
encima de mi cabeza. Me levanté y salí del pequeño refugio. La hoguera estaba
totalmente cubierta.
Cuando abrí los ojos estaba tumbada en el
suelo de la habitación, empapada. ¿Otra vez? Era como haber despertado dos veces siendo la misma persona. Confusa me levanté y me cambié por ropa seca. No se si tomarlo como anécdota en mi vida, pero esta serie de desmayos están marcando parte de mi Navidad 2013.
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