jueves, 9 de enero de 2014

A tomar por culo el 28.

      Solo recuerdo despertarme a las siete de la tarde, de noche, apoyada sobre un chico moreno que también dormía. Tenía los muslos tensos de agarrarme a algo. En mi sueño, había llegado a un lugar importante, pero no sabía dónde, por muy familiar que me fuese. Decidí que era hora de despertar a Emerick.
      - Eme…- dije acariciándole el hombro de forma cautelosa-, Eme… ¡Eh!- el pequeño grito hizo que se despertase, pero no se sobresaltó lo más mínimo.
      - He soñado una cosa muy rara. Continuaba otros sueños anteriores, pero este ha sido especial.
      - A mí me ha pasado lo mismo, así que ya estás contándome- le dije con toda mi atención.
      - Estaba en una especie de castillo rodeado por una muralla y cubierto de nieve. Estaba encerrado en una habitación de piedra cuando entró el que supuestamente era mi padre en el sueño. Aparecían dos sombras a las cuales llevaba esperando años, las dos montando en caballo –intentaba defenderse en el castellano lo mejor que podía, y lo conseguía-, un hombre y una chica. Pero aparecía mi padre y me raptaba… o algo similar. Me llevó a una habitación parecida a una mazmorra, estaba todo oscuro, pero podía oír gracias al eco los golpes que daban a los visitantes. Estaba aterrado. La sensación que tenía, y que me sigue durando, era mucha rabia, impotencia de querer hacer algo y no saber el qué. Les tendieron una trampa Raquel…
      - ¿Cómo sabes mi nombre?-me decidí a preguntar.
      - No lo sabía, me sonabas por otro nombre, al intentar decírtelo la otra noche me salió el tuyo, pero no me di cuenta hasta minutos después de que había dicho un nombre involuntariamente. Me acaba de pasar.
      - ¿Cómo es que no sabía tu nombre?
      - Claro que lo sabes, sabes por el que me llaman en mi sueño. Eme.
      - Sigue sin tener sentido, no te he visto nunca… y mis sueños, mis sueños no tienen más importancia de la que le da mi subconsciente.
      - En mi sueño me llamo Moo.
      - Y yo… -no pude acabar porque Eme se levantó rápidamente ante la presencia de alguien. El contraluz de la luna mostraba una figura femenina, adulta, de una estatura normal. La figura comenzó a hablar en un francés agresivo mientras se iba acercando a mi amigo. Nunca le había visto tan serio. Entonces el rostro de la mujer quedó iluminado por el reflejo de luz. Era un rostro bonito, no se le veía muy mayor. Este se giró hacia mí. Su voz se calmó, pero me habló en francés. Mire a Eme con la intención de comprender qué pasaba, pero no abrió la boca. Sin levantar la vista recogió sus cosas y cuando dio un paso tras su madre –conseguí entender la palabra mère- giró sobre sus pasos y me dio un beso en la mejilla. No entendía nada.
      Había recibido demasiada información importante en muy poco tiempo. Lo más sensato fue volver a casa. Llegué a tiempo para que dentro de una hora fuéramos a cenar fuera.

      Toda la noche estuve deseando volver a casa y meterme en la cama y, cuando ocurrió tal cosa, me encontré un papel en el bolsillo en el que había un número y una “M”. Comprendí que aquella tarde había presenciado una pelea familiar y que disimuladamente me había dado la manera de poder ponerme en contacto con el discretamente. Solo envié un mensaje: “Suis Raquel, espero que estés bien, buenas noches”. Hace una hora aproximadamente, unos 40 minutos tras enviar ese mensaje, recibí la contestación:
 “Safe and Sound en los cascos. Bonne nuit petite plume”. 

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